viernes, 4 de febrero de 2011

Diario de una monja zen_4

Luz Serena en primavera






He de decir que siempre tuve una relación de co-dependencia emocional con mi madre. siempre habíamos vivido compartiendo el mismo hogar, o en dos casas a la par que se comunicaban, con altas y bajas como todo relación madre e hija. 


Dos días después de mi llegada,  esa vez sin prisas fui a verla en la mañana para ver como había amanecido, algo muy usual, y me preguntó  ¿Cómo estaba? Yo le contesté que bién pero triste, pues en Luz Serena me había sentido en mi hogar y con el grupo de residentes y el maestro me había sentido en familia. Siempre había deseado encontrar un lugar así en el que hubiera amor y respeto a la vida y en el que yo me hubiera sentido felíz, que al fin lo había encontrado. Que aunque lo hubiera soltado todo , aún tenía pendientes  en la vida , calladamente me dije para mi misma: “tu mamita”.  Mi madre como si hubiera leído mis pensamientos me contesto: “ Sí aquello te da la felicidad es en donde debes de estar, que se va a hacer”. Nos abrazamos y lloré, me fui a casa y le comenté lo que había pasado a mi esposo.

Esa noche el y yo tuvimos una conversación y le  dije que lo amaba y bastante pero que lo había soltado, que quedaba libre, yo aceptaría lo que viniera de parte de el, que yo aún no había tomado ninguna decisión, tenía muchas cosas que arreglar, el practicante de meditación zen desde hacía 35 años comprendía muy bién lo importante de mi práctica, vale la pena mencionar que ambos fuimos un apoyo uno de el otro, un pilar en que sostenernos en nuestra práctica y siempre le estaré agradecida por ello. El en su momento me pidió si  yo lo apoyaba si algún día decidía tomarse tres años, tres meses, tres semanas y tres días de retiro y yo le respondía que sí, que lo entendía,  esa vez fue mi turno de  decirle que cabía la posibilidad de pedir tres a cuatro años para mi formación monástica. El a la mañana siguiente tomó el vuelo a  su país de origen, antes acordamos que en cinco días me diría que  lo que realmente el haría. Nos despedimos aunque regresaría a la semana siguiente, algo muy dentro de mí me decía que era una verdadera despedida.
  
A los dos días de su partida, me pasé todo el día pensando que todo a mi alrededor había encajado, solo faltaba mi esposo,  decidí tomar una decisión antes que el me diera su respuesta, así para tranquilidad mía sabía muy bién  que cuando decidí tomar el noviciado , esta decisión no estaba influenciada en ninguna manera  por nadie.

De nuevo empecé a sentir como un torbellino giraba a mi alrededor, miedo,  tristeza por dejar a mi madre y separarme de José Luis, sin embargo con una gran paz que nunca había sentido,  segura de lo que quería.

 Esa mañana me desperté muy temprano , encendí el ordenador portátil y decidí escribirle a mi maestro pidiéndole el noviciado, la petición fue sencilla. Sin ningún protocolo de mi parte, simplemente fue con honestidad. Dos horas mas tarde Maestro Dokushô me aceptaba como discípula y como novicia.

Me quedé leyendo el mail de nuevo, estaba estupefacta, me convertiría en monja, dejaba todo, había dentro de mí una mezcla muy extraña de asombro, miedo, tristeza pero con un ingrediente más: PAZ, mucha paz, sabiendo que había tomado la mejor decisión de mi vida.

Mi esposo tres días después no  me llamó por teléfono como habíamos acordado para decirme su decisión, simplemente me escribió un mail diciéndome que lo nuestro había terminado, que yo quedaba libre. Hubieron un par de mails más que nos intercambiamos y hasta allí llegó mi matrimonio.

Continuará

2 comentarios:

  1. que bueno saber que una mujer es fuerte y capaz de tomar decisiones. ese ha sido mi gran sueño. pero aun no termino de formar a mis hijas adolescentes. ya llegara el dia en que lo pueda lograr y llegar a un monasterio de mujeres. que alegria tan profunda.

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  2. en espera de la continuación.....todos la apoyamos, es bueno saber que los mojes, aunque tomen sus votos antes fueron personas como nosotros, con muchas historias que contar, esto es una muestra mas que todos podemos algún día lograr nuestros objetivos.

    Eduardo Mendoza

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