domingo, 13 de marzo de 2011

Diario de una monja zen_5

Arreglo de rosas circo.




Desde hace un par de años atrás tuve un poco de dolor en las rodillas, mas que todo al subir o bajar gradas, me decia que era normal, los años pasan. Cuando tome la decisión de hacerme monja decido ir  a examinarme las rodillas para que me mandaran alguna terapia. El dolor en ambas estaba presente pero mas en la izquierda, recuerdo haber ido con el ortopeda y me mandó a hacer una resonancia magnética de la rodilla izquierda.
Eso fue 4 días después de pedir el noviciado, me fui a la casa de la finca y ahí me quedé por unos días. El jueves en la tarde me llama el doctor y me dice que estoy muy mal de los meniscos y ligamentos que si se me llegara a terminar de romper tardaría meses en recuperarme y yo me iva en tres meses al templo. Me dijo que debía operarme de emergencia y arreglamos para hacerlo el siguiente miércoles, no obstante el lunes fui a hacerme la resonancia de la rodilla derecha y los resultados fueron también nefastos, así que tomé la decisión que ese miércoles me operaran ambas rodillas.

Entré a la cirugía muy asustada por lo valiosas que son nuestras rodillas en la práctica de zazen. Unas cuántas horas mas tarde desperté. El doctor me dijo que también tenía ambas rotulas ulceradas, pero que todo estaba ya reparado. Tuve los cuidos de una amiga,  de quien estaré siempre muy agradecida. Vale decir que los primeros días no podía ni siquiera dar un paso . Al finalizar el octavo día empezaba a caminar con la ayuda de una andadera, poco a poco empecé a movilizarme y a los 25 días me dijo el doctor que hiciera el intento de hacer unos minutos de zazen, que maravilla el poderme sentar tres minutos!, aunque tardaba otros tres minutos más en levantarme…  con esfuerzo, dedicación y entereza volví a sentarme para hacer zazen.

En esos meses el tiempo me paso como un abrir y cerrar de ojos, fue muy rápido. Fui arreglando muchas cosas, papeleos y mas, confieso que aunque me encontraba bastante en paz también estaba estupefacta de mi decisión. Como les había contado, me gustaba ir de compras y cuando me di cuenta de todo lo que había atesorado, que difícil resultó ordenarlo todo, no fue el hecho de soltarlo y regalarlo sino “deshacerse” de tantas cosas requirió mucho tiempo y energía.

Para entonces lo que habíamos hablado siempre con Maestro Dokushô fue que yo me iría a Luz Serena un par de años y ya preparada me regresaba a mi país y estaría el llegando para hacer retiros (sesshines) y dar conferencias. Por lo que decidí para entonces quedarme con la finca, y dedicar ese lugar para la transmisión del Dharma, me quedé solo con lo que se necesitaría en ese lugar y con mas nada. Tomé la decisión de donar la finca a Luz serena, a la fecha yo no poseo absolutamente nada y lo poco que puedo tener es de todos y para el beneficio de todos.

El día tan esperado llegó, estaba emocionada por lo nuevo que venía. Triste, no por dejar mi vida anterior sino por separarme de mi madre y de todos aquellos seres tan queridos. Gracias por todo el apoyo que me dieron: Humberto, Eduardo, Rosa Elena, Jessie, Tere, Doris, Estelita y todos mis amigos más cercanos de la canofilia.

Recuerdo haber encontrado a la venta unas rosas que le llaman Rosas Circo, ese fue el arreglo de flores naturales que le dejé a mi madre ese día. Ella estaba tan triste por mi partida que prefirió quedarse en casa. Pasamos toda la mañana platicando. Al llegar la hora no quizo que nos despidiéramos, sin embargo a un lado de la ventana, muy discreta,  me vio partir.

El vuelo se me hizo particularmente largo, fueron 11 horas en un solo trayecto  y para entonces 20 horas de duración con escalas. Recuerdo sentirme incómoda, estaba aún adolorida y usando un bastón, al final que dicha, salir del aeropuerto de Valencia y que me estuviera esperando un monje.

Continuará: Llegando a Luz Serena

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