lunes, 28 de marzo de 2011

Diario de una monja zen_6

Maestro Dokushô y yo el día de mi ordenación.






Recuerdo la dicha enorme que sentí al llegar a Luz Serena, re-encontrarme con caras conocidas y ver de nuevo a Maestro Dokushô.

 Que cambio de vida. Me dieron un cuartito privado,  abrí  la puerta del dormitorio y era un espacio limpio, ordenado, un armario, una cama, escritorio y otro mueble con cajones. A mí  en particular me gustaban las camas anchas y dormitorios amplísimos, sin embargo en la renuncia eso había quedado atrás. Me sentí muy agradecida que me dieran ese espacio privado, considerando que era la única chica residente en todo el Templo de Luz Serena.



Cuando llegué aún se notaba la presencia de el invierno, a mi gusto estaba muy frío, acostumbrada a días tropicales. Todos esperaban con ansias la primavera. Mis compañeros residentes me trataron muy bien, aunque yo realmente me sentía asustada por tanto cambio, percibí un ambiente a mi gusto muy masculino y la energía de ellos se sentía. Yo una mujer común que gusta de una amplia gama de colores, en particular de colores rosas y lilas, de flores, de perfumes… Entre en un ambiente en que el único perfume que respiraba era el incienso de sándalo en el Dojo o en el comedor, y de flores unas pocas en los almendros. Había sido un invierno muy fuerte.

 A los dos días me incorporo ya al ritmo del templo y mi samu (trabajo conciente) fue estar en secretaría.

De alguna manera me divirtió lo irónico de la vida que pasé de una oficina a otra, con una gran diferencia en esta nueva con unas ventanas grandísimas y con unas vistas majestuosas. De una ciudad a un bosque, de un negocio a un templo.

Felizmente mis rodillas me respondieron muy bien desde el primer día que me sente a hacer zazen, por la mañana un período de 50 minutos mas instrumentos y luego ceremonia mediana, y en la noche dos períodos de 30 minutos con kin-hin, mas instrumentos y ceremonia.

Llegó mi primer día de descanso en Luz Serena,  me hacían falta mi madre, mis amigos, mis mascotas: una Yorkshire terrier de un kilo y medio llamada "Pu" y una cocker Spaniel Americano Ascob color canela llamada: Valeria Valentina. 



Pu


Valeria V.
Aca en el Templo cada quien estaba en lo suyo, y yo aún no tenía la confianza suficiente con ellos para platicarles de mis cosas… además eran sentimientos de una mujer para compartir con otra mujer.

No tenía un baño privado, aunque este quedaba a la par de mi dormitorio,  la ducha no funcionaba, recuerdo que un monje me dijo que estaba tapada la tubería con cal y que el la iva a arreglar. Mientras me iva a bañar a algún baño de una caseta. Un día todas las casetas estaban ocupadas, así que tomé mis cosas y me dirigí a bañarme a hospedería ( en donde se alojan los participantes cuando se realiza alguna actividad, con capacidad para 32 personas), recuerdo que hacía bastante frío, ese día amanecimos a 1 grado y hacía mucho viento, entre a hospedería , particularmente me sentía felíz de tomar un baño caliente, me dirigí al baño de las chicas, la temperatura interior estaba fría pues el lugar estaba cerrado, abrí el grifo de la ducha , me quito la ropa, dando tiempo que calentara el agua, entro a la ducha y el agua estaba fría, no había calentado nada, mis pies se mojan, tiemblo de frío y el agua continua saliendo igual de helada. Recuerdo haberme bañado muy rápido, cuando me estoy secando siento una gran frustración, y se me salen algunas lágrimas, no había analizado que en un espacio tan grande como hospedería no se mantienen los calentadores de agua conectados todo el día, solo se conectan cuando hay una actividad. Salgo y me dirijo a mi dormitorio, temblando de frío. Cuando me siento en la cama, empecé a llorar y llorar, muy contrariada. A mí me gustaban los cuartos de baño muy amplios, muy cómodos, siempre fue un espacio muy importante para mí.

Ese día era miércoles y había círculo de corazones, una vez por semana el Maestro y los residentes nos reunimos, las sillas se disponen haciendo un círculo a la par de la chimenea. Cada quien cuenta como ha estado su semana, como se siente, la segunda ronda es para ver si toda relación entre los residentes está bien o hay algo que aclarar  y la tercera ronda para  sugerir mejoras en el templo y ultimar detalles para la siguiente semana. Cuando me llegó mi turno para hablar, recuerdo decir que me sentía mal por lo que había pasado con la ducha fría, no pude contenerme y me puse a llorar, me terminé riendo al ver la cara que tenían todos los chicos al escuchar  a una mujer llorando y quejándose por el agua fría.

Esa noche ya en la cama respiré profundo mientras sentía ese gran contraste entre mi vida anterior y mi vida actual. Me dormí pensando en las palabras del Maestro Zen Dogen que escribió en el Gakudo Yojinshu (Puntos esenciales en la práctica de la Vía): “Un Discípulo puede compararse con un trozo de madera, y un maestro con un carpintero. Incluso una madera de buena calidad no mostrará la excelencia de su grano a menos que sea trabajada por un buen carpintero. Incluso una pieza de madera  deformada, en las manos de un buen carpintero, mostrará el resultado de su habilidad artesanal”.
Dogen mostró la importancia de encontrar a un Maestro auténtico y de calidad al comparar la relación maestro-discípulo con la del carpintero y la madera. Incluso llegó a decir que sino se podía encontrar a un buen maestro, sería mejor no practicar en absoluto.

En maestro Dokushô  he encontrado a ese buen carpintero, por sus enseñanzas me trasladé a este otro continente, a esta nueva forma de vida.

Continuará: Mi primera sesshin de costura de kesa.

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